Monday, July 14, 2008

Tipeo con una sola mano....El paciente ingles Michael Ondaatje






"Ella se sentaba y leía del libro bajo la luz parpadeante. De vez en cuando echaba un vistazo al pasillo de la villa, que había sido un hospital de guerra y en la que había vivido con otras enfermeras hasta que se habían ido trasladando todas, al avanzar la guerra, y casi acabada, hacia el Norte.

Fue la época de su vida en que se volcó en los libros como única vía de salvación. Pasaron a ser media vida para ella. Se sentaba, encorvada, ante la mesilla de noche y leía la historia del muchacho que en la India aprendió a memorizar diversas joyas y otros objetos de una bandeja, que pasó de un maestro a otro: unos le enseñaron el dialecto, otros a ejercitar la memoria, otros a evitar la hipnosis.

El libro descansaba sobre su regazo. Se dió cuenta de que llevaba mas de cinco minutos mirando la porosidad del papel, el pliegue en la esquina de la página 17, que alguien había dejado como marca. Acarició la piel de la encuadernación. Una idea corrió por su cabeza como un ratón por el techo, una polilla en la ventana de noche. Miró el pasillo, aunque en la Villa San Girolamo ya no vivía nadie, excepto el paciente ingles y ella. En el huerto, situado más arriba de la casa y cubierto de cráteres, tenía plantadas suficientes hortalizas para que pudiesen sobrevivir y de vez en cuando acudía desde la ciudad un hombre con el que intercambiaba jabón, sábanas y cosas que quedaran en ese hospital de guerra por otros productos de primera necesidad: unas habas, algo de carne. Ese hombre le había llevado dos botellas de vino y todas las noches, después de permancer tumbada con el inglés hasta que se quedaba dormido, se servía ceremoniosa, una jarrita y se la llevaba hasta la mesilla de noche, junto a la puerta entornada, y, mientras se sumía otra vez en el libro que estuviera leyendo, saboreaba el vino.
Conque, para el inglés, ya escuchara atento o no, los libros presentaban saltos en la trama, como trozos de carretera arrancados por las tormentas, episodios perdidos como la sección de un tapiz comido por langostas, como el yeso reblandecido por los bombardeos caído de un mural por la noche.
La villa en que ahora vivían el inglés y ella era algo bastante parecido. Los escombros impedían el paso a algunas habitaciones. El cráter causado por una bomba dejaba pasar la luz de la luna y la lluvia en la biblioteca del piso inferior, en uno de cuyos ángulos había un sillón permanentemente empapado.
No le importaba que el inglés se perdiera esos episodios. No le hacía un resumen de los capítulos que faltaban. Se limitaba a sacar el libro y decir "pagina 96" o " pagina 111". Esa era la única referencia. Se llevaba las manos del inglés a la cara y las olía: seguían impregnadas del olor a enfermedad.
Se te estan volviendo ásperas las manos, decía el.
De las hierbas y los cardos y de cavar.
Ten cuidado. Ya te avise sobre los peligros.
Ya lo sé.
Entonces se ponía a leer."

2 comments:

Anonymous said...

qué buenos libros comentas... yo quiero tener un tejado verde!!!

Lucia Olazabal said...

bueno, gracias, cuando quieras, y ojala los leas, Lucia